Encuentros y desencuentros en torno a la distancia física.

Dentro de los muchos desafíos que actualmente enfrentamos en el contexto de cuarentena y pandemia, uno de ellos tiene relación con el área emocional. Con la advertencia de que acercarnos a otros es un peligro, hemos estado obligados a guardar distancia y con ello a evitar el contacto con la piel de otra persona.

Los saludos de mano, los besos y abrazos han tenido que ser guardados durante un tiempo en el baúl de los recuerdos, cambiando nuestra forma de vincularnos con el mundo. Debido al necesario cuidado a los demás y al propio, debemos cambiar a una nueva forma de relacionarnos con nuestro entorno como también de adoptar una manera distinta de manejar nuestra propia corporalidad: ¿Cómo vivencia nuestro cuerpo estas nuevas formas de ser y de relacionarse ?

Es posible que en algunos casos, el forzado distanciamiento físico sea vivido como un alivio. En muchas personas es grande la incomodidad que provoca el saludo de beso,  usualmente interpretado como íntimo. El no tener que saludar de esta forma, el poder respetar el propio espacio personal que antes se debía seguir por convención social, es un momento de respiro para algunos. Este paréntesis permite en muchos el volver a los límites corporales que siempre fueron necesarios y para los cuales no hubo espacio ni entendimiento.

En otros casos, esta medida es vivida de manera casi diametralmente opuesta. Esta lejanía con el cuerpo de otro, es para muchos desesperante y entristecedora. Puede ser significada como una falta de contacto no sólo física sino que también emocional, pudiendo llevar a una profunda sensación de aislamiento. Un padre lejos de sus hijos, una pareja distanciada por el espacio, una mujer sola en su departamento que extraña a sus cercanos: son muchos los posibles escenarios que grafican el drama de la distancia y de la imposibilidad de verse, teñida por la ambigüedad del tiempo que esto durará. 

Dentro de estas posibilidades, hay muchos se encuentren al medio de estos polos, batallando entre la autosuficiencia y la ganacia de un espacio propio, mental y físico, pero a la vez en la añoranza del placer que produce el contacto físico, especialmente en aquellos que “hibernan” solos en estos momentos.

Entendiendo las múltiples complejidades que se pueden desarrollar, ésta es una valiosa oportunidad para poder tomar consciencia de los límites corporales que individualmente cada uno necesita. Si bien en latinomérica nos caracterizamos por ser más cercanos y también más “de piel”, ello no implica que todos debiéramos serlo y por otro lado, que la cercanía con la piel de otro tenga directa relación con demostrar afecto.  En este sentido, las posibilidades para demostrar a otro cariño, son múltiples.

En este misma línea, si la necesidad de la cercanía física con otros ha sido sufrida, también es una oportunidad  para valorar las relaciones y las interacciones a partir de éstas que hemos construido. Asimismo, es un buen momento para aprovechar plenamente los momentos que podemos disfrutar con quienes estamos, en caso de estar acompañados.

Es un momento para profundizar el autoconocimiento y las formas de expresarnos físicamente que hemos tenido, como también las demostraciones que recibimos, tanto las que nos han gustado como las que no.

Este momento, a pesar de lo complejo que ha sido, puede dar un espacio para replantearnos nuestras formas de vincularnos y con ello poder ver qué nos acomodará una vez finalizada esta situación, y qué valoraremos al poder acercarnos y encontrarnos nuevamente.  

Palabras claves: Coronavirus , distancia social , pandemia ,cuarentena

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