Nos encontramos en una sociedad donde se tiende a categorizar y etiquetar todo lo que se encuentra al frente y el aspecto sexual no es la excepción. Preguntas usuales que se hacen entre las amistades como: ¿qué tan seguido lo haces? o ¿qué postura utilizas?, tienden a llevar a una visualizacion de la sexualidad no sólo como algo merecedor de categorías o rankings sino también como algo concreto y puntual, asociado sólo al acto sexual en sí.
No obstante lo anterior, la sexualidad es un concepto que abarca una complejidad mucho mayor de la pensada y por lo mismo es necesario poder estar consciente de esto al momento de abordar distintas preguntas en torno a ella.
Por lo mismo, es necesario saber a qué nos referimos en este caso al hablar de sexualidad y una definición que me hace mucho sentido es la de la OMS que dice: “ (…) un aspecto fundamental de la condición humana, presente a lo largo de la vida [que] abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. La sexualidad se vivencia y se expresa por medio de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, funciones y relaciones. Si bien es cierto que la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas ellas se vivencian o expresan siempre. La sexualidad recibe la influencia de la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, legales, históricos, así como religiosos y espirituales” (OMS, 2018, p.15).
Si consideramos lo anterior, podemos ver que no existe un solo tipo de sexualidad o una sola forma de vivirla, ya que estas posibilidades son múltiples. En esta misma línea, es dificil poner el límite que pueda clarificar qué es normal o no cuando hablamos de cómo alguien lleva su sexualidad. El poder clarificar qué está bien o no debiera ir en la línea de respetar al otro y a la propia salud mental, antes de cualquier otro aspecto.
Es así como por ejemplo, si en una relación de pareja ambos están satisfechos con la frecuencia o modo en que se vinculan sexualmente, es importante validar y respetar las propias maneras en que la pareja lo hace, considerando que haya respecto propio y al otro, y poder ver la riqueza que hay en ello.
Es distinto si dentro de la pareja existe insatisfacción respecto del modo en que están llevando el aspecto sexual, si lo que hay es insatisfacción, frustración o desencuentro. Ahí es cuando es necesario intervenir y pedir apoyo profesional. Hay estudios (como el de Emily Nagotsky) que indican que las parejas que tienen un buen ajuste marital, es decir que tienen una buena relación de pareja, no son aquellas que no tienen problemas sexuales sino aquellas que cuando los tienen, ponen como prioridad en mejorar este aspecto.
En ese sentido, cuando atiendo en la consulta psicológica a pacientes que están complicados en el aspecto sexual, mi forma de abordar el problema va hacia estimular el diálogo sobre qué necesidades, expectativas pero también posibilidades de entrega tiene cada uno. También en buscar acuerdos y consensos, donde todos se sientan escuchados y comprendidos.
Nuevamente, no hablamos solamente del sexo en sí, sino también de intimidad, de vínculos y relaciones interpersonales. La sexualidad habla de nuestra historia, de nuestras preferencias, de nuestra biología pero tambén de nuestra humanidad, la propia y la del mundo.
En este sentido necesitamos ampliar la visión, e ir incorporando que al vincularnos sexualmente con otra persona, lo hacemos con todo lo que puede estar implicado con ese otro, con uno mismo/a y con la relación de pareja que además tenemos. Es necesario que consideremos la complejidad de este término, ya que al hacerlo, también se potencian las formas de abordarlo.