Estamos en una sociedad donde el tema de la muerte es casi un tabú. Si bien tenemos conocimiento que éste es un final hacia el cual todos transitaremos, contamos actualmente con escasos espacios para poder abrir las interrogantes que muchos tenemos: ¿Qué hacer con el dolor que produce la falta de un ser querido? ¿Con quiénes se puede hablar sin parecer “grave”o “deprimente”?¿Qué ritos realmente nos interpretan cuando alguien fallece?
Lamentablemente, los códigos en torno a este tema han terminado cayendo en lo uniforme: hay ciertos colores qué usar, silencios que escuchar, procederes que seguir. El toque de individualidad que el fallecido alguna vez tuvo, se pierde en la homogeneización de su despedida, en la rigurosidad de seguir el mismo tono con el que todos fallecen.
Y quienes viven la pérdida, al practicar muchos de estos ritos danzan en un baile poco auténtico y respiran en un aire con escasa identidad por miedo quizás a que su despedida parezca poco digna a quien tanto quisieron.
Es probable que gran parte del sufrimiento que se desarrolla con la vivencia de un duelo, tiene asilo no sólo en el irrefutable dolor que surge ante una partida, sino también con las pocas oportunidades para poder hablar de este tema más allá del ámbito privado, con las escasas posibilidades de ver esta temática como algo natural más que como una etapa de la cual lo mejor es olvidar.
Y ante tantas circunstancias por un mismo evento: ¿Cómo no deprimirse?
El no contar con ese ser querido es un hecho doloroso en sí y si a esto sumamos la inmensa soledad en la que nos encontramos cuando hay poco eco en esta sociedad para conversar en torno a la muerte, agregamos un factor mayor.
¿Cuántos duelos seguirían un curso más adaptativo, si no nos resistiéramos tanto a incorporar el tema de «la muerte» a nuestro día a día, en lo que vemos en los medios, en la publicidad, en el transporte? Por dar algunos ejemplos…
No quito con esto la intensidad de cada pérdida per se, ni tampoco quiero quitar el foco a vivir el presente plenamente, sino que mi invitación es a integrar este aspecto innegable de toda vida, a incorporar en nuestras conversaciones algo tan natural como morir y las consecuencias que este tema tiene en nosotros.