Querásmoslo o no, todos acarreamos una historia. La recordemos conscientemente o no, está ahí: en nuestra piel, en nuestra mente, en nuestras emociones. Esta historia tiende a ser distinta en cada persona, en algunos es dura y marcada por abandonos o sufrimientos intensos, en otros es feliz y más liviana de cargar, como un equipaje que puedes llevar a cualquier parte… y en muchos casos es una mezcla de momentos coloridos con otros más grises y oscuros.
Existe una tendencia, en muchas personas, en tratar de olvidar lo que han vivido, donde tienden a mencionar que el “pasado, pasado fue” o bien “lo pasado, sepultado”. Sin embargo, la experiencia y la teoría apuntan a lo contrario; el pasado nos marca, suele ser el prólogo de nuestro gran libro que es la vida. Si no tenemos consciencia de este pasado, éste cobra más fuerza e intensidad con el pasar del tiempo y sobre todo cuando aparecen momentos que gatillan una reacción particular en nosotros.
De esta manera, es interesante preguntarse qué relación tiene esta respuesta tan intensa que a veces observamos en nosotros, con otras historias más tempranas. Por ejemplo, cuando nos enojamos con alguien y nos damos cuenta que la respuesta que estamos teniendo es quizás desmedida, de pronto algo nos afecta y reaccionamos con una intensa rabia y pena que puede durar días, ¿es esta reacción una respuesta a ese evento en particular o habrá algo más profundo?
La historia que traemos habla mucho de nuestro presente y el conocerla puede ser una herramienta de gran ayuda para comprendernos y mejorar. Es relevante considerar, que si bien el pasado nos permite tener una guía para conocernos y orientarnos, tampoco es determinante. No todas las personas que han vivido situaciones vulnerantes (maltrato y/o abusos de distintos tipo) están marcadas irreconciliablemente por esta experiencia ni van a vivir su vida de cierto modo. El tener conocimiento del pasado es eso, es tomar en cuenta lo que hemos vivido, tener acceso a un grado de mayor contacto de nosotros mismos, de mayor consciencia. Parte de lo que se realiza en una terapia psicológica, es ir hacia estas aguas subterráneas que componen nuestro pasado, para observar reintegrar a nuestro presente, elementos que necesitan ser reconsiderados. Más que recordar por recordar, el objetivo es revisar el pasado para resignificarlo. Es decir, si bien no podemos modificar lo que se “vivió” poder retomar estos hechos y verlos con nuevos ojos, darles un significado distinto, decidir qué hacemos con esto que vivimos. Es decir, ¿Repetimos o nos damos la oportunidad de crear, explorar y reinventarnos?
Como dicen por ahí el conocimiento es poder, en este caso de manera análoga creo que tomar consciencia de nuestra historia de vida permite empoderarnos con nuestro presente y futuro.
Dejo aquí algunas ideas para conectarse con la historia que traemos:
- Revisa material que tengas del pasado: fotos, cartas, diarios y objetos, todos sirven para recordar.
- Vuelve a los lugares de tu infancia, tu antiguo barrio, entorno en el que estudiaste, lugares que frecuentabas.
- Escucha música que te gustaba en tu adolescencia o infancia, prueba alguna comida que te agradaba en esa época…los sentidos pueden ser increíbles atajos a nuestra memoria.
- Conversa con familiares o amistades de tu infancia, a veces un comentario o una historia puede venir a tu mente.
El intencionar esta búsqueda puede ser un interesante camino a recorrer. No temas, el pasado ya fue, ahora puedes mirarlo con otros ojos.
Que cierto Dani. Es bueno revisar y mirar hacia atrás para comprender a la persona que uno es hoy. Todo lo recorrido te construye y es sanador encontrar el sentido de ciertas firmas que traemos.
A veces no es fácil recordar o a veces te acuerdas de cosas muy puntuales, me gustaría tener la capacidad de recordar mucho más.
Gracias por este post, me hizo cuajar a mi pasado.
*formas no firmas
*viajar no cuajar