En tiempos de crisis resulta necesario, útil y hasta sano reconocer que se necesita ayuda, que urge buscar una nueva forma de ser y hacer. Aunque suena obvio, en general cuesta reconocer cuando estamos mal, que lo que estamos siendo y haciendo -sea lo que sea- no está funcionando y que debemos buscar nuevas ideas y posibilidades de cómo plantearnos y actuar en este mundo.
Cuando hablo de ser y hacer, me refiero que no basta con querer “ser mejor”, con buscar una idea teórica y abstracta de qué camino queremos seguir, de cómo podemos cambiar y quedarnos ahí. Es útil partir por esta claridad mental y preguntarse: ¿Qué quiero? ¿Quién estoy siendo? ¿Quién quiero ser?, sin embargo esto no es suficiente.
Urge poder llevar estas respuestas a terreno, “haciendo”es que logramos poner en práctica quiénes “somos”, necesitamos llevar-nos a la experiencia. Recién ahí podemos revisar y tomar consciencia de la consistencia y coherencia entre nuestro pensar y hacer.
Algunos se preguntarán, ¿y qué tiene que ver esto con la psicoterapia?
Pues bastante, la psicoterapia es una oportunidad única para poder recibir una visión con perspectiva de lo que estamos siendo y haciendo de una manera contenedora, apoyadora y amorosa. El tiempo que conlleva la terapia no es un capricho del terapeuta, sino que tiene relación con el poder sostener de manera estable un diálogo entre el paciente y su terapeuta, una conversación franca y amistosa donde se pone en juego el exponer las emociones propias y la valentía que se requiere para revisarse sinceramente. Y esto toma tiempo, paciencia, dolor, confianza y mucha entrega mutua.
El proceso requiere dedicación por parte de ambos, paciente y terapeuta, donde es relevante que el terapeuta esté siempre atento a qué piensa y siente el paciente no sólo en relación a su problema sino que también sobre su terapia, y a su vez el terapeuta debe ser siempre claro y transparente sobre el proceso.
Este diálogo puede ser muy sanador, cuando es abierto, respetuoso y empoderador, y parte del deber de los terapeutas es que podamos ir sosteniendo a nuestros pacientes con todo el cuidado que se merecen para poder salir adelante del dolor que les aqueja. En esta misma línea es ético y necesario que los terapeutas estemos en constante “revisión”para poder entregar lo mejor de nosotros a nuestro pacientes: la consistencia y coherencia parte por casa, ¿o no? Esto quiere decir que los terapeutas también necesitamos ir a terapia de cuando en cuando, y también supervisarnos en equipo o con otros profesionales de manera individual.
Por eso, si en algún momento sientes que las situaciones, personas, emociones, te sobrepasan, es muy sano pedir ayuda. Las personas más enfermas son aquellas que se quedan en esa situación de malestar, no buscan cambios sino que se detienen, deteriorándose a si mismas y a lo que les rodea.
La psicoterapia puede ser un gran apoyo si es realizado con responsabilidad, motivación, apertura y confianza, de ambas partes.